Traumatismo vs violencia ginecológica

Beatriz Gisbert Morant • 19 de marzo de 2022

El trauma y la violencia obstétrica/ginecológica no son exactamente lo mismo. Dedico esta entrada de nuestro blog para remarcar la importancia de una asistencia médica humanizada, atenta a las necesidades físicas y emocionales de las mujeres y respetuosa desde un punto de vista ético. 


En la medicina actual, las experiencias de dolor físico pueden evitarse con analgesia local o medicación. Para muchas otras especialidades se valora como prioritario y se considera el dolor algo innecesario. Intervenciones de dentistas, en los ojos, gastroscopias, colonoscopias,... no se hacen sin sedación o analgesia.

Vivir una experiencia traumática, excesivamente dolorosa o poco respetuosa sobre nuestra zona más íntima, tiene consecuencias a niveles muy profundos. Si además no existe un acompañamiento emocional, somos ignoradas o tratadas como niñas pequeñas, las consecuencias son nefastas a todos los niveles: físico, psicológico y emocional, pudiendo repercutir  en nuestra autoestima, en las relaciones sexuales y de pareja, en el apego y el vínculo con su bebés, es decir, en muchas facetas de la vida sexual de la mujer. 

Me gustaría poner en relieve lo que algunas mujeres me han contado respecto a sus malas experiencias en consulta de ginecología o en el momento del parto y las consecuencias físicas y emocionales que las han acarreado. 

Tal vez muchos de esos profesionales ignoren estas repercusiones, pues no se pregunta en consulta y las mujeres no comunican cómo se sienten en ese momento o a posteriori. Por suerte en fisioterapia de suelo pélvico se crea un entorno en el que ellas se sienten seguras y se abren a nosotras, pudiendo ayudarlas a sanar, no solo físicamente sus "heridas" sino también, al expresarlas y sentirse escuchadas, se las puede encaminar hacia psicología si es necesario o hacia el perdón emocional de lo sucedido y la reconciliación con sus propios cuerpos.

Afortunadamente son casos puntuales, pues la mayoría de los profesionales sanitarios de este campo actuamos conscientes de que atendemos a mujeres sensibles y las prácticas se desarrollan de forma respetuosa y humana. Pero cuando desafortunadamente las mujeres sufren violencia ginecológica, las secuelas son importantes y perduran con los años y repercuten en sus vidas de forma a veces inolvidable como luego veremos con alguno de los casos que compartiré.

¿Qué es el traumatismo obstétrico o ginecológico? 

Sería cualquier lesión ocasionada al bebe o a la mamá en el momento del parto o bien en revisión o cita ginecológica. Por ejemplo poner puntos tras el parto, la lesión que ocasiona retirar un mioma o al quitar un quiste vaginal.

Las intervenciones médicas de cualquier tipo, no solamente ginecológicas, suelen conllevar "lesiones", incluso la retirada de una verruga en cualquier parte del cuerpo produce una pequeña lesión que el cuerpo es capaz de sanar porque tiene mecanismos propios de auto-curación y tras la intervención médica se mejora o se previenen problemas de salud mayores.

La mayoría de los partos son normales y no requieren más que un acompañamiento y supervisión por parte del equipo sanitario. Sin embargo algunos partos se pueden complicar y requieren intervención o instrumentalización por el bien mayor: la salud y bienestar materno-fetal. A veces los traumas o lesiones del parto sobre la mamá o el bebé no son evitables, aunque haya un manejo correcto del parto. Algunos partos son complicados y se debe actuar incluso con inmediatez y urgencia.


¿Qué es la violencia obstétrica o ginecológica entonces?

Es cuando el ginecólogo actúa utilizando técnicas que se sabe que van a ser dolorosas o forzadas sobre la zona íntima de la mujer y se realizan bruscamente, sin procurar la analgesia o anestesia necesaria, o bien sin explicar nada, sin informar a la paciente ni procurar su consentimiento informado, sin plantear alternativas de alivio del dolor.

Algunas de estas intervenciones, por estar localizadas en esta zona tan intima, sensible y delicada, muy frecuentemente causan un dolor que va más allá y las mujeres se sienten emocionalmente afectadas como vulneradas, ignoradas o menospreciadas en un acto médico.  Contra la dignidad del paciente.

La sensación de vulnerabilidad es total: postura del potro (litotomía), muchas veces estamos atadas y se nos exige estar quietas y relajadas, pasivas. Lo que te desearías en verdad es estar en intimidad y con una persona que te inspire confianza. Por el instinto de supervivencia, si percibes dolor o agresión lo que te nace es huir o luchar. Ante la percepción de una amenaza real o potencial, nuestra naturaleza es poderosa. Y esa situación contradictoria, incoherente y que nos exige una pasividad, doblegar nuestro instinto y voluntad  y eso nos hace sufrir y nos puede dejar huellas emocionales.

Con una adecuado acompañamiento, una mirada amable, una breve explicación y un trato cariñoso y humano, además de la analgesia o anestesia local, se percibiría todo de otra manera.
Además esas experiencias condicionan el miedo y las creencias erróneas de que todo lo que pasa por ahí abajo es doloroso y me hace sentir muy frágiles, sensibles y vulnerables.

Y frases como: "pórtate bien", "será un momento mujer, aguanta que termino enseguida" y "déjame hacer mi trabajo, estate quieta", " si no te relajas, tardaré y te dolerá más"....

Algunos casos escuchados en consulta.

Algunas de mis pacientes han compartido experiencias que son difíciles de olvidar:

- Parto vaginal sin epidural y cuando van a coser en periné y dentro de la vagina, les "olvida" que lo estaba sintiendo todo, se queja,  y la respuesta fue "es un momento, mujer". Ella no recuerda lo que tardaron, pero se le hizo eterno, no por su intensidad, sino más bien porque era innecesario. Además, cuando ya se supone que todo a terminado, bajas la guardia, solamente quieres estar con tu bebé". En el segundo parto reclamó con muchísima más intensidad analgesia y aunque fueron "tres puntitos nada más" se los dieron sin enterarse. Tras el primero el dolor de la cicatriz perduró más de 5 meses y costó retomar las relaciones con penetración. Está completamente recuperada a todos los niveles.

- Primera visita de ginecología, 37 años, no ha podido tener penetración todavía porque le duele y el médico explora con la sonda (hay sondas más pequeñas, para mujeres vírgenes). Ella recuerda que lo peor fueron sus palabras: "relájate, dale la mano a la enfermera, si no quieres que tu novio te deje, tendrás que relajarte". Ella recuerda no haber llorado delante de ellos, pero si a la salida. Estamos en rehabilitación porque todavía no ha podido mantener relaciones.

- Mujer menopáusica, con sequedad vaginal, quejarse por la exploración de rutina mucho mas dolorosa de lo habitual y el médico decirle, "ya, es que se me había terminado el gel lubricante, se te pasará mujer", y provocarle irritación y sangrado por dos días. Era innecesario.

- Una uteroscopia (entrar con una cámara para ver el interior del útero) sin esperar a que estuviera el cuello correctamente dilatado. Por prisa y con muchas pacientes en la sala de espera, realizar la prueba y provocar mucho dolor. Era innecesario.

- La retirada de DIU tras una primera intentona fallida días atrás en la que ya se provocó dolor. Se sabía adherido a la pared uterina, sin administrar ni aconsejar la toma de sedantes ni analgésicos previamente, se lo extraen. Ella sabía que le harían daño, sudaba en la sala de espera. Textualmente me dijo la chica: "sintiendo todos los tirones, como si me desgarraran por dentro".

- Mujer de 60 años. Resección de pólipos, verrugas cutáneas o intravaginales informando que se sentía mucho dolor que pusieran analgesia o algo y ser ignorada. Desde entonces ya rechaza tener relaciones sexuales con penetración con su marido. Era innecesario.

- Mujer de 28 años. Primer parto vaginal de un bebé muy grande. Sufre diversas lesiones internas  y externas en la vagina por varias zonas. Le tienen que dar muchos puntos. No llevaba epidural pero que con las prisas, no se anestesiara bien. Su marido recordaba más de 30 minutos de reparación con ella llorando sin parar. Nadie preguntó, ella casi no podía hablar, ni pensó que la lidocaína habría cesado de actuar. A esta chica que recuerda que fue "horroroso, no se lo doy a pasar a nadie", le quedó un dolor pélvico y perineal crónico, bajo deseo sexual, no ha podido mantener relaciones en 6 años y acudió a nosotras tras este tiempo sin encontrar solución y sin que nadie lo relacionara con la violencia obstétrica que sufrió.

- Primer parto vaginal, el niño no baja. " Se  me tiró encima sin previo aviso un hombre enorme, sin decirme nadie nada,  yo no podía respirar. Me ahogaba, no podía hablar ni quitármelo de encima, creí que me iba a morir, en serio". La Maniobra de Kristeller: Presionar el vientre de la mamá para "sacar al bebé", está desaconsejada y no debería realizase por sus innumerables riesgos.

 -Parto con uso de forceps y tirar el médico dejándose caer, con 5 o 6 personas, estudiantes delante, sin intimidad, explicándoles a ellos, como si yo no estuviera. Ella decirme "como si fuera una muñeca, como si me arrancaran algo, se me desgarraba el alma, solo deseaba terminara ya y mi bebé estuviera bien".

¿Qué consecuencias conlleva la violencia ginecológica u obstétrica?

La afectación es sobre la persona, a todos los niveles: sobre su cuerpo, su mente, sus emociones y su alma, hasta lo más profundo. Sobre el cuerpo es evidente, pero en las facetas más sutiles, puede variar dependiendo de cómo haya vivido la experiencia cada mujer y la aceptación de la misma. 

Las lesiones de un parto, por ejemplo, producen alteraciones de la sensibilidad, dolor molestias que pueden durar meses. La lesión de los músculos puede provocar a corto, medio o largo plazo incontinencias, prolapsos... Pero si ha percibido mucho dolor y además un trato poco humano, suelen experimentar rechazo a la hora de ver las lesiones producidas, no se tocan ni se miran al espejo la vulva. También si la experiencia ha causado un impacto negativo a nivel emocional, puede estar relacionado con la depresión posparto, poco apego o rechazo del bebé, afectando la crianza y lactancia materna, falta de deseo sexual, miedo a la penetración a largo plazo, no permiten a la pareja tampoco aproximarse, tienen miedo a las relaciones sexuales, miedo a la hora ir al baño. Otras veces el impacto es fatal y terminan con escaso o ningún deseo sexual y rechazando su propio cuerpo o cualquier tipo de encuentro erótico o sexual y con baja autoestima.


¿Cómo se podría evitar?

Nunca se debería obviar que trabajamos con personas, mujeres que en mayor o menor medida se estresan al entrar en consulta de ginecología. Incluso en la de fisioterapia de suelo pélvico. Arrastramos muchos tabús y falta normalidad respecto a la sexualidad y nuestra genitalidad. 

No es cuestión de tiempo, pues es una décima de segundo decidir sonreír, o un buen hábito decir "tranquila que todo irá bien", "estamos aquí ara ayudarte", "vamos realizar esta técnica que es necesaria y sentirás esto o aquello", … con un poco de humanidad y cariño. La humanización de la asistencia sanitaria es la clave.

Las pacientes tienen capacidad de colaboración, decisión y participación en todo el proceso. Contemos con ellas y escuchamos lo que nos demandan y lo que en verdad necesitan. Tratemos a las pacientes como personas inteligentes y colaboremos mutuamente.

Estamos en una saciedad en la cada vez priman más la eficacia, la prisa, la inmediatez y por eso se hace más y más necesaria la escucha, el trato personal y la confianza. Y todo ello aplicado a la asistencia sanitaria en general, pero en ginecología en particular. Siempre que me preguntan por un buen ginecólog@, tras un mala experiencia, lo que me están preguntando no es si es mejor técnicamente, sino si es paciente, atent@, human@ y sensible. 

Yo diría: "Si es una buena persona, es un buen profesional". Es una cuestión de actitud, empezar a atender con una sonrisa, delicadeza y toda la calidez que requiere la zona genitourinaria.

Y por otro lado, animar a las mujeres a expresarse, la comunicación es muy importante. No hagamos de una mala experiencia algo normal, guardar silencio no ayuda y si lo decimos, ayudamos a os profesionales a saber lo que realmente está ocurriendo y evitar que una situación desagradable se repita. 

Salud y Suelo Pélvico

Por Beatriz Gisbert Morant 30 de mayo de 2025
¿Por qué entrenar fuerza durante la menopausia? El entrenamiento de fuerza no es solo para personas jóvenes o para quienes quieren "ganar músculo". Es esencial para todas las mujeres a partir de los 40 años, y aún más durante y después de la menopausia. Hay un falso mito respecto a las actividades que ya no se pueden hacer a determinadas edades, pues puedes hacerlo con supervisión y control de personas expertas como nosotras que te animaremos y cuidaremos para que no te lesiones ni hagas animaladas. Sobre todo si tienes algún problema de suelo pélvico, el entrenamiento debe ser prudente, progresivo, guiado por la respiración y sin impacto. Pero eso no quiere decir que no sea intenso, eficaz. Los cambios hormonales de menopausia, tienen algunas repercusiones en la salud física, anímica y emocional de las mujeres debido a sobre todo la falta de producción de estrógenos por parte de los ovarios. Algunas de ellas son: osteopenia, pérdida de masa muscular, cambios de humor, ganancia de peso, sofocos, fatiga, peor calidad del sueño… Pero hay una muy buena noticia: muchas de ellas mejorarán simplemente con el ejercicio físico y un buen entrenamiento de fuerza Beneficios del entrenamiento regular: Previene la sarcopenia (pérdida de masa muscular relacionada con la edad). Aumenta la densidad ósea, ayudando a prevenir la osteoporosis. Mejora la postura y el equilibrio, reduciendo el riesgo de caídas. Activa el metabolismo, ayudando a controlar el peso. Reduce dolores articulares y de espalda. Ejemplos de ejercicios de fuerza que se pueden hacer en clases colectivas de ejercicio funcional: Sentadillas (squats): Fortalecen piernas y glúteos. Flexiones de brazos (push-ups): Trabajan pecho, hombros y brazos. Peso muerto con mancuernas: Excelente para la espalda baja y piernas. Elevaciones laterales, diagonales y remos de brazos: Para tonificar hombros y musculatura escapular y de la espalda. Puente de glúteos: Mejora la estabilidad de la pelvis y fortalece los glúteos. Si incorporas el suelo pélvico y el abdomen es un ejercicio muy completo y seguro. Puedes realizar estos ejercicios con pesas, bandas elásticas o incluso con tu propio peso corporal, lo que harán posible la progresión y resistencia adecuada en cada actividad. 🕒 Recomendación: 2 a 3 veces por semana, con 2 a 3 series de 8 a 12 repeticiones por ejercicio. Este es el modelo que seguimos en nuestras clases de ejercicio terapéutico FUNC (Funcional&Core) dedicadas especialmente a las mujeres de edad madura que deben entrenar sin lesionarse y con supervisión de una fisio. Y complementa tu rutina semanal con actividades diarias de ejercicio de resistencia, puedes hacerlo por tu cuenta. Elige algo que te guste y resulte atractivo. ¿Qué es el entrenamiento de resistencia y por qué hacerlo? También conocido como cardiovascular, este tipo de ejercicio mantiene tu corazón fuerte, mejora la circulación y ayuda a oxigenar todo el cuerpo. Es de mediana intensidad se mantiene en tiempos cortos o moderados, suele hacer sudar y aclara el corazón y la respiración. Beneficios: Mejora la salud del corazón y reduce el colesterol. Ayuda a controlar la presión arterial y el azúcar en sangre. Disminuye la grasa abdominal. Mejora el estado de ánimo y reduce el estrés. Favorece el sueño profundo y reparador. Ejemplos de ejercicios de resistencia sin impacto adecuados para la etapa de a menopausia y respetuosos con el suelo pélvico: Caminar a paso ligero (ideal si estás empezando). Bicicleta estática o al aire libre, elíptica, remo... Nadar o hacer aquagym. Subir y bajar escaleras. Bailar o hacer clases de aeróbicos sin saltos. Elige un tipo de ejercicio que te guste y te haga sudar. Mejor si puedes realizarlo en compañía para motivarte y ser constante. Puedes hacerlo más interesante e intenso si cambias de ritmo, es decir, si intercalas unos 1-3 minutos a mayor intensidad (75-80% de tu capacidad) y luego bajas de nuevo al ritmo moderado (50%), pero sin parar. 🕒 Recomendación: Al menos 150 minutos por semana, es decir, 30 minutos al día, 5 días a la semana. Salud mental y emocional: otro gran beneficio El ejercicio regular durante la menopausia no solo fortalece el cuerpo, también calma la mente. El movimiento activa neurotransmisores como las endorfinas, la dopamina y la serotonina, que contribuyen al bienestar emocional, reducen la ansiedad y mejoran el estado de ánimo. Muchas mujeres reportan una sensación de empoderamiento, mayor autoestima y control sobre su cuerpo al incorporar rutinas de ejercicio constantes y en grupos con ambientes amigables, respetuosos y socializan con otras mujeres lo que anima a compartir experiencias, el grupo y el compromiso anima a la constancia a a la adherencia al entrenamiento. Tú sola en casa no lo harías , pero si sabes que te están esperando y lo haces con otras personas seguro que es más divertido. ¿Cómo empezar? Consulta con nosotras antes de comenzar si tienes alguna condición previa. Elige ejercicios que disfrutes, para que puedas mantenerlos a largo plazo. Empieza despacio y ve aumentando la intensidad progresivamente, si tienes alguna lesión o dolor previo consulta con tu fisio de confianza, nosotras podemos ayudarte y modificar el ejercicio para que sea adecuado para ti. Combina fuerza y resistencia para un enfoque completo y equilibrado. Escucha tu cuerpo: Descansa si lo necesitas y prioriza la buena técnica sobre el número de repeticiones. Bebe mucha agua, hidrata tu cuerpo, tus células, tus tejidos. Sobre todo si haces ejercicio la hidratación es muy importante. La menopausia no tiene por qué vivirse como una etapa de declive. Todo lo contrario: es una nueva fase en la que puedes reconectar contigo misma y mejorar tu salud de forma integral. El entrenamiento de fuerza y resistencia te ayudará a conservar la vitalidad, prevenir enfermedades y sentirte más fuerte, por dentro y por fuera. No se trata de entrenar para “verse bien”, sino de vivir mejor. Tu cuerpo te acompaña toda la vida. ¡Es hora de cuidarlo con movimiento! ¿Te animas a probar nuestros grupos específicos de entrenamiento? Te hacemos una valoración fisioterápica y te regalamos una sesión de entrenamiento grupal con otras mujeres para cuidar tu salud.
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